Cada respiración es un grito de auxilio,
aferrarse a la vida con dos manos
y dos pulmones de 81 años.
Cubrirse las pupilas con un velo de suero y recuerdos.
Arrancarse la piel con la uñas sucias de sangre y tristeza.
Desesperar ante la pérdida del Ángel de la Guarda
(amarillo, de ojos azules y pelo blanco).
Moverse, mover músculos, involuntariamente.
Atragantarse con la muerte
y que salga la agonía.
Ver la vida en tres días.
cómo se vacía.
Recordarse y revivir,
en el sueño, en la mente.
Pintarse de rojo las heridas,
y la piel de alrededor.
Tiritar de miedo.
Gritarle, Golpearle, Huirle.
Esconderse tras dos brazos,
que son huesos
y son brazos,
y es pellejo.
Mover los ojos tras los párpados,
y que la angustia decida hacia dónde.
Ser consciente
de la vida
mientras se muere...
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