domingo, 19 de enero de 2014

La culpa es de los libros...


Y un día te levantas como Gregor Samsa.

Cambias, en esencia, de la noche a la mañana. Es difícil que la (misma) gente, aquella más cercana y que más te tenía cariño te acepte igual que antes.
Personas que se atreven a acercarse más, y que tocan el violín para tener algo que compartir contigo- esa música que viene del infierno para recordarte tus pasiones-.
Y el tiempo pasa y ellos necesitan sucedáneos que sustituyan tu compañía, tu anterior presencia.
Y quien se atreve a acercarse a ti, sufre las consecuencias del asco y del pavor.
Y no puedes reconocerte en los espejos- ni si quiera te arriesgas a mirar- de la noche a la mañana, todo cambia.

Te volviste diferente, y no hay vuelta atrás. Lo que antes te alimentaba hoy te resulta vomitivo.
Sólo eres capaz de corretear, de un lado para otro, escondiéndote, de las botas de quien ya no te entiende. Intentas explicárselo, y  sólo pueden ver que has cambiado. 

Y tu familia siente vergüenza, y te encierran con la esperanza de entrar un día en tu mundo y que hayas vuelto a ser Gregor Samsa, humano, mortal, incapaz de sobrevivir a la bomba atómica; volverte como ellos (otra vez), y morir como humano, ya que nadie sabe si las cucarachas van al cielo...

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